viernes, 3 de febrero de 2017

¡Un café en vena, por favor!


O lo que es lo mismo… una mala época nocturna

Antes de nada quiero mostrar mi más profunda admiración hacia las madres trabajadoras, que a pesar de pasar igualmente malas noches, están al pie del cañón en el trabajo todos los días. Son un gran ejemplo a seguir y me producen una pequeña envidia sana, no sé cómo lo hacen, la verdad… espero poder descubrir el secreto.

Llevamos una temporada, ya cerca de un mes aproximadamente, que apenas descansamos por las noches El Peque Mayor y yo. De la peque no nos podemos quejar porque es una santa, sólo se ha despertado alguna vez estas últimas noches por ataques de tos, que espero que se pasen pronto porque son bastantes angustiosos.

No sé qué le ronda al Peque Mayor, si serán todos los virus que ha ido cogiendo en la guardería desde este último mes y medio los que le impiden descansar plácidamente, o quizá nos estemos acercando a una de las etapas  dentro de los miedos evolutivos:  

EL MIEDO A LA OSCURIDAD.


Justo acabamos de pasar la barrera de los 2 años, que es cuando aparece el dichoso miedo.

La verdad es que, sea como fuere, El Peque Mayor ha pasado de esconderse tranquilamente dentro de los armarios o a encerrarse en habitaciones a oscuras mientras jugaba al escondite conmigo no hace mucho a, en la actualidad, salir al pasillo y al verlo oscuro volver hacia atrás sobre sus pasos o a llorar desconsoladamente cuando apago la luz. De nada le sirve a él las lamparitas quitamiedos (creo que si pudiera me la tiraría a la cabeza), él quiere la luz de la entrada a todo trapo, sin miramientos. También ha pasado de apagar la luz de la habitación él mismo cuando tenía sueño a que ahora no la quiere apagar bajo ningún concepto.

Si a todo ello le sumamos que cuando se despierta a lo largo de la noche, que son muchas, muchas veces, se pone a llorar desconsoladamente cuando se ve a oscuras y solo… blanco y en botella: me decanto por el miedo a la oscuridad.

Así que nada, ahí estoy yo sin dormir ni siquiera durante dos horas seguidas (así no hay forma ni de llegar a la fase REM)  levantándome constantemente: cuando llora, cuando pierde el chupete, cuando pierde la muselina que utiliza como objeto transicional (“objeto de apego”, coloquialmente), cuando me pide un biberón, cuando me pide agua… y otra vez agua, y así toda la noche. Y si ya, cansada de levantarme tanto e ir a su habitación, directamente me voy a dormir con él tampoco duermo porque como no para, ya no sólo es que se despierte, sino que no deja de darme patadas inconscientemente…
Así que así estoy últimamente, días tras día, me despierto como una zombie, con dolor de cabeza, agotamiento físico y mental… no soy persona. 

Es, con creces, la peor época que estamos pasando. Pero eso sí, debe de pensar que sus siestas son sagradas, porque durante el largo período de tiempo que duerme su siesta... ni se mueve ni dice "esta boca es mía". Curioso...

Por todo ello, he sucumbido de nuevo a los encantos del café, no es ningún sacrificio porque el café me encanta, pero llevaba mucho tiempo entre los dos embarazos sin tomar café que no fuera, en todo caso y esporádicamente, descafeinado. Así que todas las mañanas y algunas tardes necesito… un café en vena, por favor!

Y hablando de cafés… mirad qué tazas más monas...


En “tiendas Ale-Hop” por 3 euros (son todas preciosas, pero por poner algún ejemplo):




De una tiendecita llamada “Qué de cosas” (C/ Illescas 147, Madrid, Cercano al Parque Aluche):

Por 6,95 euros:




O éstas con dibujos de vuestros propi@s hij@s por 9 euros!


O éstas por 7, 95 euros!



O ésta parejita tan mona:



¿O qué me decís de estas tazas pizarras?

O en las tiendas Tiger, 3 euros:



Y ya de las tazas de Mr. Wonderful ni os cuento (Aproximadamente unos 14 euros, se paga la marca, claro):